Las montañas, algo tan bonito y tan atormentador. Uno de los mañores sueños del hombre es llegar a su cima, pero no siempre es fácil, al contrario. Muchos escaladores se quedaron en el camino, y la mayoría saben que serían incapaces de llegar a la cima del Everest. Y se puede comparar con muchísimas situaciones vividas a diario. Siempre queremos algo, ese instinto de superación nos reclama algo nuevo por vivir. Pero nunca, o casi nunca es sencillo conseguirlo. Es como si primero tuviésemos que travesar ese mar, después andar por aquel bosque y más tarde llega lo peor: la escalada.
Ojalá fuésemos tan fuertes como para conseguir siempre lo que nos proponemos. Es normal que te asustes, la nieve puede hacer que te resbales y te caigas hacia abajo, teniendo que volver a empezar. Los comienzos no son lo mejor, más bien es lo más aterrador ya que es cuando más fuerzas tienes que reunir. Lo demás es todo sistemático, siempre lo mismo. Y como ya sabes, después de ese sistema repetido llega lo mejor, aquello por lo que has estado luchando, la recompensa. La cima.
Siempre hay algo (esa cima) por lo que merece la pena dejarse la piel, desgarrarla. Y una vez que llegas a ella, ya no importa todo lo que has tenido que recorrer hasta allí. Pero siempre hay que saber afrontar la realidad y saber que hay veces que no se consigue, que te quedas al principio, ya sea porque no tienes las suficientes fuerzas o porque estás rendido.
No temas, vendrá algo que te ayude y finalmente conseguirás llegar a tu cima. Ahora solo tienes que saber encontrar a ese "algo", búcalo, porque solo así llegarás a lo más alto de tu vida. Una vez más: suerte.
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