Imagínate, una vez más. Notas la tierra a tu alrededor, está fría, tal vez húmeda, pero arde. Y no te importa arder con ella, está bien. El fuego sube lentamente y te acorrala.Te das cuenta de que solo eres una llama más.
Las hojas te caen sobre el pelo, desmelenándote, cambiándote. Tus latidos cobran vida por primera vez en tanto tiempo. Pero no importa, porque todo aquello que te duele te hace sentirte bien, el fuego te hace sentirte viva. Empieza amanecer, a tu frente, un rayo de luz rompe en la cruel oscuridad, desgarrando el aire frágil que te permite seguir viviendo.
El silencio habla ahora por sí solo. No hay nada representativo a tu alrededor, solo estás tú, y nada más que tú. Y eso te reconforta, no tienes miedo, te sientes segura. Más allá de aquella pequeña luz no hay nada más que una gran oscuridad y tú estás envuelto en ella. Atraído/a en su interior. Aunque está bien, todo está bien.
Te levantas y te pones bajo aquel único punto en el que hay vida, energía y tal vez calor, aquel único punto que parece humano. Esto hace que te vuelvas a sentir viva, viva como aquel fuego. Intenta abrir los ojos, aunque cueste, aunque las llamas ya no te tomen como intrusa. Tal vez es porque ya te has quemado, pero no lo logras saber, de todas formas lo malo ya ha pasado, el dolor, la angustia aunque en tu interior ya solo queden cenizas.
Necesitas descubrirlo, saber si estás ardiendo o simplemente ya te han quemado. Pero eso solo lo sabrás si abres los ojos. No te puedes refugiar más aquí, no eres un/una cobarde, nunca lo fuiste, así que sal y afróntalo.
Suerte.
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