Estás en un ascendor, yendo en contra de la gravedad, pero eres tú el encargado de propulsar en su contra, luchar contra ella. Has conseguido sacar la fuerza, lo lograste al fin. Estás arriba, no hay nada encima de ti, dejaste a todos abajo, a tus pies o quizás mucho más lejos. Te sientes tan arriba que nadie te puede corromper. Sabes que alguna vez tendrás que bajar y tocar tierra de nuevo, pero eso ahora no importa. La torta vendrá más tarde.
Y llegas, a ese lugar tan deseado como temido. aquello llamado cielo. Pero no hay nadie, solo estás tú. Recuerdas tu vida, tus pasos, todo ese camino que has trazado hasta la meta. Ves tus manos, tienen arrugas, la carne se cae hacia abajo, por culpa de aquella gravedad. Te cuesta mantener los ojos abiertos. Tu corazón está cansado de latir, y tu iris está dañado, de ver tanto dolor y tanta ternura en aquellos años. Y entonces te das cuenta de que toda tu vida se ha terminado y vas a pasar tu nueva etapa allí.
Das un ligero repaso a tu vida, en pasado. La infancia, aquella etapa de inocencia que ya no recuerdas, imaginas que fuiste feliz, pero no lo sabes con certeza. La adolescencia, aquellos tiempos en los que tan solo debías disfrutar del momento. Y poco a poco, dejaste todo atrás. Y todo aquello ¿para qué?
Ya no tienes nada de eso. Solo estás allí arriba con una persona, con aquella que siempre ha estado contigo y lo estará el resto de tus días, incluso más allá de la vida y de la muerte. La has usado, la has dejado atrás, la has descuidado, la has dañado incluso la has dejado tirada muchas veces. Pero ella nunca te dejó, está allí pisando la hierba contigo viendo atardecer por última vez, tu atardecer. En el último segundo de tu vida ella te acompaña y cuando tu te vayas ella se irá contigo, ya no tiene nada que hacer allí.
Y ahora sí, valórala, porque esa única persona eres tú.
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